martes, 5 de noviembre de 2013

Una nueva esperanza

Puede parecer una tontería, ya que nunca lo hago, pero escribo estas líneas semanas antes de poderlo publicar. La verdad es que no sé cómo explicarlo, y, aunque parezca mentira, no tengo palabras suficientes para expresar lo que siento ahora, pero lo voy a intentar. La mayoría de las veces, la vida no te ofrece segundas oportunidades, ni momentos o saltos en el tiempo que te permitan corregir errores pasados, circulamos en dirección única y sólo vamos bien si aprendemos de lo que hacemos mal y lo mejoramos.


La primera vez que lo supe estaba dormido, completamente. Entre sueños me sacaron de la cama y me dieron la noticia. Creo que la abrace como si fuera a escaparse de mi lado y no quería soltarla... Sí, había que confirmar todo antes, y esperar a que fuera una realidad tangible, pero me es imposible describir las sensaciones de ese momento. Creí seguir en la cama en uno de mis sueños. Me embargaba la alegría sobre todo, aunque también el miedo y la responsabilidad. En mi pensamiento parecía que era algo aún lejano, pero finalmente se hacía realidad poco a poco. No podía aún decir nada. No es que no tuviera ganas, pero había que ir despacio y esperar. Yo, el rey de "lo quiero ya". Sí, así fue, todos esos fueron mis primeros pensamientos, aunque, juzgando mi aspecto, Ysa diría que sólo tenía sueño, mucho sueño.


El fantasma de la previsión se fue apoderando de mí paulatinamente, y, movido por energías renovadas, los siguientes días en la empresa se materializaron con sendas ventas que me acercaban a mi objetivo. No he vuelto, hasta hoy, a hacer ventas tan limpias. Supongo que fue movido por el optimismo y la alegría. A ver si me aplico el cuento. Para los que no lo sepan, ahora mismo soy comercial de grandes joyas literarias, y no es un trabajo nada fácil después de todo. Tengo la sensación (como otras veces) que se me puede dar muy bien, y esta vez tengo una motivación extra que me empuja a dar todo lo que sé, cumplir mis objetivos y destacar en este mundillo, aunque estemos en años de capa caída en el sector. Siempre me pasa lo mismo, siempre me quedo en el casi. Es legendaria mi inconstancia y que parece que nunca es suficiente lo que hago, sin darme cuenta que casi todo lo que no consigo es porque no me empleo a fondo. Todo eso tiene ahora que cambiar: las cosas que haga ya no serán sólo cosas mías y seguramente mi comportamiento y mis formas sean imitados o analizados al detalle. Creo que es momento de hacer las cosas bien. Mi futuro está en ello.


Ahora sólo queda dejar atrás mi vida de antes. Mis caprichos pasarán a un segundo plano y mi esfuerzo tendrá que ser menos reconocido. Si todo va como es debido, este hecho sólo puede significar que estoy madurando, y la sola mención de esta palabra me da un escalofrío terrible. No sé si uno está preparado para esto de madurar, pero no serán los demás quienes juzguen si estás listo o no. De hecho ya no lo va a juzgar nadie más que una persona, aunque aún no será capaz de hacerlo, será cuestión de tiempo. Muchas cosas van a cambiar, de hecho algunas han empezado ya a hacerlo. La reticencia que tenía a deshacerme de algunas cosas, empieza a remitir; el deseo de adquirir más, mengua y todo va en función de las necesidades inmediatas o futuras. Ya ni los caprichos habituales son concedidos, y por supuesto, los nuevos son cada vez más inaccesibles. Sigo pensando en gastar, pero en otras cosas; sigo queriendo lo mejor y lo más nuevo, pero ya no para mí; y sigo empeñado en hacer que este trabajo haga posible todo eso y más. Es cuestión de seguir como hasta ahora y no bajar la cabeza, ya no sólo por mí.


En momentos como este me acuerdo mucho de mi padre y de su relación conmigo. Siempre hemos tenido una relación especial aunque distinta a la típica relación padre-hijo, principalmente porque en mi etapa crítica de la adolescencia, nuestra relación era más bien esporádica y a distancia... No es momento de buscar responsabilidades o reproches, la persona que soy ahora está hecha a base de todas estas vivencias. Me gusta quién soy y dónde estoy, así que sólo puedo estar agradecido. La única espina es el miedo que me ha acompañado durante todos los años en los que no he podido estar todo lo cerca que he querido de él y que ha hecho que mi cabeza cree trabas que en realidad no existen. Ese miedo te atenaza y golpea tan fuerte que no sientes ya el dolor: lo haces propio y te condiciona. Ese miedo no se lo deseo a nadie y procurare que nadie lo sienta por mí.



Han pasado unos días y sigo sin poder anunciarlo a los 4 vientos, pero las cosas van bastante bien. Ya lo saben los más cercanos y eso te permite hablar de ello con un poquito más de libertad. Podríamos decir que ahora empieza la parte más difícil: contener la información. Muchos de aquellos que ya lo saben, ni siquiera deberían saberlo aún, otros han sido informados por motivos de causa mayor, y el resto de los que conocen la noticia, están sujetos a la constante presión que supone contar o no aquello que tanta felicidad les da. Sabemos que existirán filtraciones (si no las ha habido ya), pero soy perfectamente consciente de que se hace desde el cariño y la alegría. Quizás el secretismo sea porque queremos esperar a tener la certeza de que todo va bien. ¿Es que no va muy bien ya?, quiero decir, ¿no es bueno ya el hecho de que todo siga su curso sin problemas? Pues no, queremos esa certeza que sólo la medicina finge darnos: la certeza de que, pase lo que pase, todo irá bien.


Evidentemente mi papel en esta historia es menor, y es Ysa quien más va a notar los cambios. No sólo por el hecho físico en sí, sino por todo lo que ello conlleva. A pesar de querer ser de ayuda, hay cosas que sólo puede decidir y lidiar ella sola, decisiones que afecten de una manera u otra al concepto de vida en pareja que teníamos hasta ahora. Lo que es seguro es que tomará las decisiones adecuadas (siempre lo hace) y ya no mirará sólo por nosotros dos, nosotros pasamos a un segundo plano. Hasta Turco perderá su status.


Sin ir más lejos, estamos inmersos en una vorágine médica que no se la deseo a nadie. Casi una vez a la semana nos toca una consulta u otra y es muy difícil dejar de lado tus actividades diarias para esperar (que es lo que más hacemos) en una salita por una visita de 10 minutos, en el mejor de los casos. Aunque el momento mágico de mirar embobado la pantalla y descubrir que una lágrima recorre tu mejilla entera mientras que unos dedos aprietan con fuerza tu mano para tranquilizarte, es impagable y muy, muy difícil de describir. Casi me atrevería a decir que es uno de los mejores momentos de mi existencia, aunque es ahora cuando empiezo a coleccionarlos.


Como decía al principio, el camino de la vida va en una única dirección, siempre hacia adelante, y es menester descubrir la forma de pasar por él dejando huella. Por eso se dice que es mejor seguir a pesar de todo y aprender de lo que hacemos menos bien. Ahora sé que mi deber es hacer que el camino que he recorrido junto a Ysa sirva de base para lo que vendrá. Desde aquella tarde de Octubre de 2000 en la que el vuelo de un avión morado sirvió de excusa para tantas cosas; hasta hoy, que una imagen en un monitor nos mostraba cómo crecía nuestr@ hij@, han pasado muchas cosas buenas y malas. Esta es, sin duda, la mejor de todas, saber que pase lo que pase, existe una segunda oportunidad de mejorarlo todo, aunque no sea necesario. Puede que incluso nuestros errores sirvan como experiencia para nuevos caminos. Una oportunidad de hacer las cosas bien a través de otro. Una nueva esperanza...

sábado, 16 de marzo de 2013

Los recuerdos casi nunca pueden hacerte daño


Ayer hacía 6 años que me lesioné la rodilla en mi pleno apogeo rugbístico (vale, nunca ha sido tal, pero ya iba todo para arriba). Fue un proceso duro que cambió mi forma de afrontar los problemas y me enseñó a relativizar un poco todo… De no ser así, hoy sería un poco más insoportable.

Lo primero fue darme cuenta de que estaba lesionado, y de lo mucho que iba a perderme con la operación. En ese momento de mi vida, el rugby era lo más importante de las cosas menos importantes en la vida, pero no estaba dispuesto a dejarlo así como así… con el tiempo descubrí que, en ese preciso momento, él me estaba dejando a mí…

El seguro privado de mi beca Finnova, hizo que me fuera más fácil operarme. Fue en una clínica privada de Arturo Soria y no fue precisamente bonito. Para empezar el anestesista dijo que una aguja de casi 40 cm no me llegaría para ponerme la epidural… ahí estaba yo, desnudo en una camilla junto a una enfermera y un viejo que decía que necesitaría un taladro para anestesiarme… en fin. Esperé lo que a mí me pareció una eternidad, y al fin pasé al quirófano. Mentiría si dijera que no me dormí (no fruto de la anestesia, ya que no era general), pero las pesadillas me despertaron en medio de la operación. Estaban hurgándome en la rodilla mientras enrollaba la sábana junto a ella… resulta que era mi pierna al fin y al cabo. Menudo moratón…

El día siguiente a la operación no será tampoco recordado por apacible; a los nervios de mi madre y los de Ysa, los intentos de ambas por complacerme y un infructuoso viaje en solitario a los servicios (los 3 metros más largos de toda mi vida), había que sumarle los intentos de un ocupado doctor para que pudiera doblar la rodilla. Aún me sobrecoge pensar lo mucho y fuerte que lo intentaba y cómo las lágrimas caían por mi mejilla, mezcla de impotencia, rabia y dolor. Aludiendo a mi “potente musculatura” el educado doctor excusó que no pudiera siquiera plegar la rodilla unos centímetros… Mi mundo dejaba de girar y empezaba a hacerlo mi cabeza…

La rehabilitación fue durísima, pero ver que poco a poco dejaba las muletas y conseguía plegar la pierna casi en su totalidad (tampoco es que antes fuera una gimnasta), alegraban mis sesiones e iluminaban la meta: volver a jugar. Fueron los 6 meses más deportivamente duros de mi vida. Entre sesiones me escapaba a ver los partidos de mi equipo y quería arrancármelo todo y salir a morir con mis hermanos… La paciencia nunca fue una de mis virtudes.

Fue una inmensa alegría volver a vestirme de corto, volver a placar, empujar en melé, correr, percutir… hasta que un giro en la otra rodilla, un ligero crujido como el de los nudillos, hizo que se me enfriara la sangre. No me había vuelto a pasar lo mismo, era sólo un esguince; pero el miedo se reflejaba en mi rostro mientras mi hermano Jose, con lágrimas en los ojos, me gritaba exigiéndome que dejara de jugar… nunca le había visto tan enfadado… Era el segundo aviso que me daba el rugby, quería cortar conmigo, y no sabía cómo decírmelo…

Han pasado 6 años de todo aquello, y ahora juego partidos de veteranos, algún torneo de playa y partidillos de fútbol sala todas las semanas que puedo. Ayer justo teníamos uno, estrenaba botas y todo iba bien. Un regate largo y un pisotón a Manu… No apoyé del todo por no hacerle daño… Una ligera molestia por no dejarme caer y no apoyar bien… Seguí jugando con molestias, pero al final del partido, ella me hacía recordar que era su sexto cumpleaños y no le había hecho caso.

Esta mañana sigo con molestias y muchos antiguos fantasmas han rondado mi cabeza durante toda la noche. Sé que no es ni un esguince y que el lunes vamos a machacar a los modalios (al menos un golito meteré), pero uno no controla los recuerdos ni los sueños. Menos mal que conservo la rodillera de aquella época y la llevo puesta. Relativizando, en mi nueva rodilla no tengo nada. Los recuerdos casi nunca pueden hacerte daño.

viernes, 8 de marzo de 2013

Algo así como volver a empezar...


Cada día que pasa, me doy cuenta de la suerte que tengo yque voy a tener que dejar de hacer cosas malas, no sea que la pierda toda de golpe…

La última vez que escribí, era el último día que trabajaba en polímeros y desde entonces han pasado algunas cosas importantes en mi vida... Por cierto: ¡Feliz cumpleaños madre!

Para empezar, he cambiado de hogar. Atrás quedan las barbacoas y las escaleras de la calle Jaén, los paseos por la calle Orense que Ysa daba a Turco y mi calle Bravo Murillo. Siempre he vivido cerca de esa calle, desde que llegué a España… Ya era hora de cambiar…

La primera vez que subí las escaleras que deban acceso al piso, me alivió ver que eran muy pocas y teníamos ascensor; un pasillo largo, y ¡Zas!... ¡Escaleras dentro de casa!... Bueno, así no las echaría de menos (Las escaleras son mi sino, habrá que ver el tipín que gastamos el verano que viene)…La zona era desconocida para mí, pero parecía un barrio bastante tranquilo, con mucho parque para Turco y con el metro en la puerta de casa. Hubo que verlo una segunda vez, y una tercera… pero igual que en la calle Jaén, me encantó que ambos tuviéramos claro que ese sería nuestro hogar… el hogar de la décima…

Aunque la mudanza fue una de las cosas más traumáticas por las que Ysa y yo hemos pasado (gracias pequeña),  parece que ahora puede darse “casi” por terminada… Las primeras chapuzas y demás las hice en casa en mi condición de parado. Pero, como otras veces, poco a poco se me iba cayendo la casa encima. Nargy siempre ha sido un salvavidas para mí en tiempos de inactividad de mi “segundo trabajo”… Ésta vez no ha sido distinto,y la aventura del mundial de Balonmano, merece una mención aparte…

Casi había olvidado la primera vez que mi hermano me comentó algo de un trabajillo de un par de semanas en su oficina, unas perrillas extra, más días cotizando… Casi un mes después, cuando empezaba  a organizarme para ir al gimnasio, una llamada por la noche me avisaba de mi horario a partir del día siguiente…Bueno, van a ser sólo 2 semanas…

Casi 5 semanas después, me sorprendió la noticia de que debía dar por terminada mi relación laboral con ModdoGroup… Ya me había acostumbrado al humor de Quique, los despistes de Sonia, la amabilidad de Edgar, la confianza de Ángel, las bromas con Javi y el inminente retorno de Alvarito… A Alicia, José Antonio, Luis, Bernard, Arturo…. Los martes gastronómicos…Pero sobre todo la conexión con Barajas… mira que encontrar a mi alter ego en ModdoGroup…

El lunes fue un día triste sin tener que madrugar, pero, igual que la primera vez, una llamada nocturna me avisaba de que tenía que volver, con un contrato de 3 meses… No sé si durará mucho más, pero lo que es seguro es que es el comienzo de una bonita amistad… ¡Ah, sí!, y de un trabajo que me gusta y donde hay muy buen ambiente… Sigo teniendo suerte a pesar de todo…

Sé que me va a costar dejar los vicios y las maldades que elucubra mi cabeza… Pero si no quiero que acabe mi suerte, debo hacerlo, no sea que me la devuelva el Karma. 

Ahora solo queda escribir una nueva página de mi vida laboral... algo que hasta ahora no había hecho (al menos profesionalmente)... Otro cambio... Es algo así como volver a empezar...