jueves, 29 de abril de 2010

Un partido distinto

Aquella noche era muy difícil dormir, cada vez que cerraba los ojos, veía a todos y cada uno de mis hermanos de batalla, esta vez, pidiendo mi cabeza… era una sensación extraña y no conseguía acostumbrarme, por eso se hacía cada vez más difícil cerrar los ojos y pensar en otra cosa… Si a eso le añadimos las ganas de jugar y el repaso constante de todo lo que tenía pensado hacer al día siguiente, la noche tenía pinta de ser muy larga…

Eran las 7:15 de la mañana y ya no aguantaba más en la cama. Salí de la habitación con mucho sigilo (de lo contrario, Ysa me habría lesionado de por vida) y descubrí al sol, sin saber que a la postre sería otro enemigo. Aun estaba dándole vueltas a lo mismo de anoche, a cada placaje, a cada balón… salir al 100% aunque sean solo unos minutos, demostrarle a éstos que no estoy acabado, aun no…

Preparé con mucho mimo la bolsa de deporte: Armourfit, bucal, hombreras, rodilleras, percutor… ¿se me olvida algo?... “No Niko, no lleves la azul, esta vez no…”.
La camiseta de Lobos me distinguiría de mis hermanos, haría ver que jugábamos en equipos diferentes por primera vez y que será así a partir de ahora… sin embargo, aprovechando que nadie se daba cuenta, metí mi polo azul, una vez más, aunque sólo sea para después del partido…

Tras algunos quehaceres matutinos, bajé al coche y me puse a conducir, fui a mi kiosco a comprar cosas y al aeropuerto a recoger a Bull. El estaba en una situación muy similar a la mía: era su primer partido de Veteranos como veterano; saber que iba a estar a mi lado me daba bastante confianza, me hacía saber que si bajaba los brazos, él haría lo imposible porque no me perdiera y siguiera peleando. Comimos en casa con Ysa y nos fuimos a la batalla.

Nada más salir del garaje, el ambiente era distinto. Paramos 2 calles más arriba a recoger al Pony y al Tucán (esta vez les tendría enfrente, y harán lo imposible por incomodarme el partido) antes de irnos al campo. Hacía calor. El sol había cumplido su amenaza vespertina y tostaba cada centímetro de la hierba artificial de Puerta de Hierro; “Hará calor, eso me dará algún que otro minuto más en el campo…” Saludos cordiales, algún que otro reencuentro y una situación incómoda: donde te pones. El corazón te pide que hables con los de siempre, que vayas a su encuentro, unos pases, unos “gestos”… pero empieza a llegar la gente con la que has entrenado alguna vez, los que antes (muchísimo antes) fueron tus compañeros de equipo, rivales en Veteranos y ahora tus compañeros… miras con un punto de tristeza como se van al vestuario los novatos… “seguramente alguno juegue de azul…”

Entras en el vestuario y te sientes acogido, te demuestran que no le robas el sitio a nadie, sino que llegas a este equipo porque te lo has ganado por derecho. Te sueltas y empiezas a darte cuenta de que no son tan distintos de los otros, que nunca dejaron de ser tus compañeros y que también se preparan para la batalla… Sales a calentar y ves como va a ir todo; sabes como va a empezar, que no serás titular porque la veteranía es un grado, pero que vas a aprovechar todos y cada uno de los minutos que te den en el campo… “No se imaginan lo que llevo esperando este momento… No saben lo que se les viene encima…”

La cosa no comenzó mal del todo, teníamos a nuestro favor la experiencia y los conceptos machacados y aprendidos durante muchos años: gordos juntos, balones a la línea en superioridad, bien en los rucks… Aunque los chavales salieron a comerse el césped. Disputaban cada agrupamiento como si no hubiese mañana, placaban como animales (en especial, los 2 de siempre), lo que nos dificultaba mucho las cosas…
No debimos hacerlo del todo mal, cuando marcamos un ensayo de salida de 8 (Cubo, como de costumbre) que transformó Arturo; pero lejos de darnos mas ánimo, acrecentó nuestra confianza y permitió la relajación. Tuve el orgullo de salir al campo cuando empezaba ese momento, pero no fui el revulsivo que se buscaba: una Touch robada y una parcial no es una buena carta de presentación… habrá que demostrar en melé porque sigo jugando a esto… ¡Buena melé!, “¿Esos son los pies de Vindio?”…

Como no podía ser de otra forma, la caraja apareció y a esto, se le sumó el cansancio, y los novatos se adelantaron por 2 veces (ensayos del Negro y de Ramón, que nos debe una caja) aunque solo transformaron una. 12-7. No era miedo, pero sentí la congoja de pensar que estas cosas solo me pasan a mí… “Justo tienen que ganar los novatos, el partido en el que me paso a veteranos… ¡Cabrones!”

Aunque no se le puede achacar el resultado de la primera parte solo a la caraja. La intensidad de placaje que demostraron los novatos en este partido, la contundencia en la llegada a los Rucks, la transmisión de balón, el apoyo y los pases, estaba fuera de toda duda y eran muy distintos a los demostrados durante el año. Si mantienen esta intensidad, no creo que en Universitaria haya muchos equipos capaces de ganarles, pero se lo tienen que creer, sino es imposible…

Al empezar la segunda parte, desde el banquillo, Barbas y Serafín maldecían la mala suerte que costillas y tobillo, respectivamente, le habían deparado nada más empezar el partido. Las rotaciones en el equipo de los veteranos funcionaron y el equipo volvió a recuperar frescura y fuerza. No tuvieron la misma suerte los novatos y el cansancio por el esfuerzo de los primeros 40 minutos les fue pasando factura, mermando su concentración. Bien es cierto que los ensayos veteranos no ayudaron: un segundo ensayo en salida de 8, otro de maul, una escapada del Niño (lo que corre el tío), y un magistral juego de línea, acabado por Jeanmi que ensayó con varios tíos a la espalda.

Resultado final 12-27. Era la primera vez que salía del campo con la victoria en un partido de veteranos, “Mira que si perdemos el año en que me paso…”. Estaba muy contento, pero la sensación fue un poco rara. Cuando llegaba a un agrupamiento, los que intentaban echarme de ahí, eran los que antes se colocaban a mi lado, en las touches, los que antes me daban palabras de ánimo, celebraban mis errores. En las melés, tenía delante a quienes antes agarraba con fuerza, aunque sabía dónde empujar y cuando para que no pudieran hacer nada. Lo que si consiguieron fue que odiara a los terceras, todo el puto partido intentando hacerme sangrar… si no fuera porque estaba advertido…


Luego la cena, entrega de trofeos, coros y danzas, y la sorpresa de que había uno para mí. Un trofeo que mis hermanos habían solicitado para mí, por el tiempo que llevo jugando a esto, por el “hueco” que dejo en el vestuario… Un premio que a su vez los veteranos quisieron darme por haber cumplido mi ciclo y jugar del lado que me corresponde. Tuve que aguantar mucho las ganas de llorar de alegría, así que disimulé desnudándome.

Dicen que cuando mueres y ves la luz, tus amigos y familiares te esperan al otro lado. Ya estoy aquí. Esperaré que vengan mis hermanos el tiempo que haga falta.