martes, 29 de julio de 2014

Imagínate lo que nos queda aún por celebrar...

Aunque lo intente, nunca sabré la verdadera historia de lo ocurrido el 10 de Septiembre de 1978. Cuando pasa el tiempo los relatos parecen volverse confusos e incluso se magnifican o ridiculizan detalles que pueden ser importantes en la historia... No quiero que nadie dude lo que pasó el pasado 27 de Junio de 2014, así que hijo, como regalo de tu primer mes, haré un ejercicio de memoria y te relataré lo que, entre sueños, te contaba en tus primeros instantes de vida, cuando la emoción y los nervios me impedían incluso escribir...

Cuando sonó el móvil tan pronto, pensé que sería del trabajo o alguna otra responsabilidad olvidada convenientemente para pasar más tiempo con tu madre. Eran las 8:30 de la mañana del jueves 26 y era de la maternidad. Nos citaban para una revisión de evaluación en urgencias cuando quisiéramos... La primera respuesta de tu madre fue un "pues ya mañana"... No se las veces que he oído de tu madre algo parecido, es la pereza inicial que invade su ser de vez en cuando, pero que desaparece tras un microsegundo de meditación... Así qué después de la ducha, nos dirigimos al hospital, eran las 10 de la mañana.

Las salas de espera de los hospitales no son los lugares más alegres del mundo. Allí se mezclan las penas, alegrías, esperanzas y desilusiones con la indiferencia, desinformación y falta de decoro... Aquella vez, era la angustia lo que me invadía. Tu madre entraba, salía, volvía a entrar y yo apenas me movía del sitio o cerraba los ojos un segundo, y aparecía a mi lado con un "eres muy de fiar" justo antes de volver a desaparecer tras las puertas que no me dejaban cruzar. Una de las veces, recibí un whatsapp de tu madre donde me decía que le inducían el parto y que se quedaba. Allí caí de golpe de mi nube, lo que tendría que pasar, iba a ser pronto... Ya te quedaba menos para llegar...

Lo que más le gusta a tu madre es la planificación, tenerlo todo organizado para que no surjan imprevistos... No es que yo no sea así, a mi me gusta improvisar de vez en cuando, pero aquello fue más de lo que esperábamos. Sin la bolsa que tu madre había preparado semanas atrás, sin mi mochilita con la camisa blanca que quería ponerme para el piel con piel y que aún no había preparado... Todo era muy precipitado... Pero estábamos listos, de eso no me cabía duda...

A tu madre la llevaron a una sala llamada "expectantes" para comprobar la evolución de la inducción y yo me reuní con ella poco después. No habíamos comido nada y eran casi las 4 de la tarde. Me dijeron que sólo podía tomar agua, Aquarius o fruta. Durante las clases de preparación al parto nos decían que el padre siempre salía huyendo de la habitación a la menor oportunidad, y me dije a mi mismo que no sería uno de "esos", pero a regañadientes me fui a comprar fruta y Aquarius... Y de paso a comer algo...

Entre unas cosas y otras acabé en el Supercor comprando fruta en cantidades industriales, sándwiches que pensaba que me apetecían, Pringles, Aquarius, Nestea y una bolsa gigante que llevaba al hombro mientras me acercaba a la maternidad. Al llegar a la puerta crucé de nuevo y me senté a comer los sándwiches en el banco que hay frente al rodilla mientras pensaba en todo lo que iba a cambiar, lo contento que estaba y que no podía comer delante de tu madre para darle envidia... Hice bien. Bebió Aquarius y tomo algo de fruta, aunque apenas pudo descansar.

Unas horas después nos mandaron a una habitación a pasar la noche, así que allí nos fuimos con la bolsa de la compra y la bolsa con tus cosas que me habían traído mis hermanos y mi madre de casa junto con lo que había pedido. La verdad es que no dudaron un segundo y se organizaron muy bien, aunque la decisión de llevarse a la ventila a Turco aún les atormenta, seguro...

No fue la plácida noche de descanso que imaginamos tu madre y yo, y fue de madrugada cuando decidiste que ya era hora de empezar a preparar todo para salir. Los dolores iban en aumento y yo sólo podía perseguir a tu madre con un abanico amarillo que ahora no quiere ni ver... Quizás cuándo seas mayor te contaremos lo de la enfermera loca que no me dejaba vestirme o como pedíamos la epidural por compasión humana... Finalmente después de un par de duchas de agua caliente, nos bajaron al paritorio... Aunque no sabíamos que todo acababa de empezar...

Después de la epidural y darle a su inventor un merecidísimo Nobel de la paz, esperamos pacientemente que todo este listo. La noche se convirtió en día casi sin darnos cuenta, y la calle poco a poco iba recuperando el habitual ritmo de un viernes de Junio... Tuvimos qué repetir la epidural, pero luego todo fue mejor, o al menos sin dolor. De cuándo en cuando aparecía la matrona y debía salir de la habitación; allí me cruzaba con otros padres que poco a poco me iban dejando sólo... El momento estaba cerca, yo lo sabía... Tú lo tenías clarísimo... Una de las veces que salí, recibí una llamada donde me ofrecían algo por teléfono, les dije porque no era el momento y la chica tuvo a bien felicitarme y colgarme... Creo que fue la primera felicitación que recibí... Aunque nunca volvieron a hacerme la oferta en cuestión...

La puerta se abrió, entré y allí estabas. Te acababan de poner sobre tu madre... Casi no podía ni hablar... Tal vez mi primera reacción fue más visceral de lo debido, quizás para que me fueras conociendo... Mire a la matrona y le dije que me explicara el motivo por el que no me habían avisado antes. Era una habitación grande con muchísimos artilugios médicos, unos más útiles que otros, pero abarrotada de gente; entre enfermeras matronas, ginecólogas... Un auténtico aquelarre que me había privado del privilegio de verte llegar y llorar a gusto. La matrona me contestó sin mirarme, dijo que en caso de este tipo de partos, los padres no pueden estar, no sea que haya que atenderles a ellos... Pesaste 4,100 Kg y mediste unos 53 cm, por lo que hubo que ayudarte a salir... Su argumento no me convenció mucho, ¿porqué iban a atenderme a mi?... Tu madre llamó mi atención y me sacó de ese estado de indignación... 

Cuando fuí a acariciarte, cogiste mi dedo y no lo soltaste. En ese momento supe que mi vida había cambiado, la habías cambiado para mejor... Empecé a pensar en todo lo que había pasado ese día, recordando cada detalle y en la forma de contarlo... Entonces empecé a darle forma a este texto en mi cabeza. Apenas me di cuenta cuando las lágrimas caían por mi mejilla... Ya estabas aquí, todo había ido bien. Ya casi no me importaba la mala leche de la diminuta matrona o su gigantesca amiga la cirujana, tampoco tu madre sentía el inmenso dolor que acababa de sufrir, porque era muy feliz ahora que te veía a la cara. Yo no paraba de mirar esos ojitos que, sin ver, se quedaron clavados en mi e hicieron que la promesa de mi adolescencia de no tener hijos quedara en un chiste de mal gusto...

Del resto, como tu tío Curro, seguro que te acuerdas. Tardaron en darnos habitación y, antes de llegar a ella, ya estaban tus tíos y tu abuela Mirbith esperando en la puerta con muchísimas ganas de verte. Yo me escondía para seguir llorando de alegría, no me lo creía, ya estabas aquí... Llegaron tus abuelos Mar y Paco con tu tío Curro trayendo embutido para tu madre y los globos más bonitos que vi nunca. Más tarde tu tío Manu, tu bisabuela y tu tía abuela Norma... Amigos de tus padres, más familiares y seguro que me olvido de mucha gente, pero agradecimos muchísimo que compartieran con nosotros la felicidad de tu llegada... Ya estabas aquí.

Y como sí nada ha pasado un mes. Estas hecho un "jabalin" como te dije la primera noche que pasamos juntos... Ya no te basta sólo con el pecho, añades biberón "para completar" y nos resistimos a darte el chupete. Seguimos compartiendo habitación en ese Moisés que pronto te quedara pequeño y sigues despertando a tu madre cada madrugada. Estas semanas estoy trabajando muchas horas y casi no nos vemos, pero no me lo echas en cara cuando te baño o te doy el biberón de por la noche... Has cambiado y aumentado el sentido a la palabra felicidad y se que podremos ser grandes amigos... 

Sólo espero que, cuando en un futuro, alguien te pregunte por el día en que naciste, sepas que eran las 13:45 del 27 de Junio de 2014, que entre tus recuerdos, los de tu madre y los míos, hagamos un aproximado de todo lo ocurrido minuto a minuto y no te queden lagunas o dudas al respecto. No habrá diferentes versiones ni tabúes sobre ese día Gonzalo, y cualquier duda seguro que tu madre y yo la podremos resolver... Y aunque perdamos la frescura de la memoria en los detalles, algo no se nos olvidara: ese mismo día nosotros nos sacamos el carnet en padres, y tu te sacaste el carnet de hijo. Mi padre, mi madre y yo también nos graduamos el mismo día, pero no me se los detalles de como fue... 

Seguramente esta historia no cambie mucho con el tiempo, o se añadan detalles que la hagan crecer aún más, pero seguro que nos oirás repetirla una y otra vez antes de tus cumpleaños... Había muchas cosas que celebrar ese día Gonzalo, imagínate dentro de casi un año hijo... Imagínate lo que queda aún por celebrar...

viernes, 20 de junio de 2014

No te preocupes Gonzalo, yo te contaré su historia...

Otra tarde perdida en ese sofá negro que gobernaba el salón de casa de mi madre, sin ganas de pensar en nada. En aquella época estaba bastante harto de las mujeres y su facilidad para jugar conmigo (con el tiempo he descubierto que era todo culpa mía), no quería ni salir por ahí, solo quedarme tranquilo en casa... Me estaba echando una siesta, cuando ella entro como un huracán, con su pelo corto rubio, arañándome el pecho y llenándome la cara de lametones... Fue su carta de presentación y ya nunca se fue de nuestro lado. Madre dijo entonces que no la quería en casa, porque sabía que si se la quedaba, la iba a querer más que a sus propios hijos... nunca la creí, hasta que me lo ha demostrado hace muy, muy poco.

Antes de mudarnos, decidí que era el momento de vivir una nueva aventura sólo, así que pedí ayuda a mi padre y alquilé un piso muy cerca de cuatro caminos. Mi hermano Jose se vendría conmigo, así que empecé a llevar cacharros como la tele, un colchón, etc. La primera noche en el piso nuevo la pasamos ella y yo solos, en una casa completamente vacía, arropados en un colchón tirado en el suelo, frente a una tele que no se podía ver. Nos hicimos compañía ante el vacío y la oscuridad que ocupaba mucho más espacio que lo que teníamos... nuestro lazo se estrechó un poquito más.

Allí tuvimos buenas épocas: salía a la ventana a tomar el sol, ante el asombro de muchos vecinos; decidió que había mejores formas de cortar un jamón e incluso me sorprendía cada mañana su capacidad de robar el papel higiénico casi sin que nos diéramos cuenta.

Pero lo mejor fue cuando llego Turco a casa y se convirtió en compañero de juegos. El destrozo era doble, sus escapadas por el portal, legendarias, y lo mejor que hicieron juntos fueron 11 cachorros, entre los que esta Noa. Aun recuerdo aquella tarde de agosto, ella no podía más, y sus ojos me dieron permiso para romper la bolsita en la que estaba Noa porque ella no podía. Era la diferencia entre respirar o no, entre vivir o no... Creo que hacerle caso fue lo mejor de aquella tarde...

13 perros en casa, ni más ni menos. La palabra locura se queda corta. Ahí experimenté lo que es dar de comer a los cachorros cada 3 horas y ponerles un lazo para diferenciarlos (ya se encargaban ellos de quitárselos y volver a ponerse en la cola). Si no es por Miguel y por tu madre, no sé qué habría hecho yo solo... Tras el parto se puso muy enferma y necesitaba descansar y, aunque ella pensaba que era mejor hacerlo sobre los cachorros, conseguimos que lo hiciera, pero mejor junto a ellos. Al final el trabajo más duro fue de Jose y Sole, tuvieron que entregar uno por uno los 10 cachorros para que vivieran una vida mejor...

Tiempo después, tuve que decirle adiós. Ysa y yo nos íbamos a vivir juntos y Turco vendría con nosotros. No sé si lo encajó bien, desde luego cada vez que la veía no me recordaba que la había dejado atrás y separado de Turco. Al contrario, se mostraba contenta como la primera vez que nos vimos. Noa se fue con ella y permanecería al lado de su dueño, a quien quería con locura: Mi hermano Jose.

Dicen que el tiempo es el único juez que pone a cada uno en su sitio, pero también es el responsable de nuestro envejecimiento y nuestra degradación. Por muy rápido que seas, la edad siempre te da el alcance, y eso le hizo a ella. Primero los bultos, luego los huesos, los dolores, los achaques, y por último una lesión que hizo que dejara de ser ella, que no disfrutara de su merecido descanso y que sólo le causaba sufrimiento...


Yo apoyé a mi hermano en su decisión, hay que ser muy valiente para dejar de pensar en uno mismo. Hay que querer mucho a alguien para saber qué es lo mejor para ella y hay que tener la tranquilidad que sólo ella podía transmitirle con la mirada. Cuando nos lo dijo, me acerqué a ella, la miré a los ojos, y volvió a darme los lametones del primer día. Le pedí perdón porque el tiempo no quiso que pueda conocerte... Pero una cosa es segura hijo, yo te contaré su historia... La historia de la rubia más dura del barrio, la más vital, la que lucho y defendió a los suyos hasta el último día... Yo te contaré la historia de Nala...