miércoles, 22 de agosto de 2012

Mi abuelo le cantaba a mi destino


Hay una sensación extraña que me viene a menudo y que hace que me plantee mucho las cosas. No es que esté a disgusto con mi vida, ni muchísimo menos, pero en mi cabeza, a menudo, vuelan imágenes sobre que habría pasado si hubiera tomado decisiones distintas o si me hubiera centrado en una sola cosa en vez de en mil.

Todo empieza en la música. Es mi gran pasión y me ha ayudado a salir de baches que creaba mi mente de adolescente; ha sabido llenar los huecos afectivos que quedaron tras la separación de mis padres y me ha ayudado a ganar en autoestima. Pero nunca le he dedicado el tiempo suficiente. Quizás las obligaciones o la falta de constancia (uno de mis grandes lastres) sean en parte responsables, pero he dejado pasar ese tren. Si me hubiera centrado en ella, como mi abuelo ¿hasta donde habría llegado?, ¿sería suficiente para mi?, ¿sería la misma persona?, ¿sería feliz?... Seguro que no sería ni la sombra de mi abuelo (alguien me dijo que no tengo ni la décima parte de su voz). Si algo se, es que la música siempre será mi compañera de viaje.

La idea del lastre me hace volver al tema favorito de los padres: los estudios. Tal vez habría llegado más lejos de no ser tan vago. Si no hubiera tirado por la borda 3 años de partidillos en el patio del instituto y unos cuantos más de mus y rugby en la facultad… Es difícil de decir, pero he superado peldaños altos cuando me lo he propuesto, lo que me hace pensar que es el ser inconstante es lo que me ha dejado con menos oportunidades. Evidentemente, en experiencia de trabajo en el campo de la química, tengo pocas personas que tengan mi currículum, pero es duro ver que te dejan fuera de un proceso por falta de titulación… Tal vez lo retome… si maduro…

Cuando eres el gordito del grupo creas mecanismos de defensa: eres simpático, gracioso, intentas ir a la última (yo soy más de gadgets que de moda)… Pero hay quien, hagas lo que hagas, siempre te ve así: gordo. Nunca he querido cambiar ni me ha importado lo que opinaran el resto… lo que no significa que no me molestara e hiriera… Es sólo que me hubiera gustado estar en la piel de los demás por un momento y descubrir todo lo que ese gordito tiene que ofrecer. Tal vez si hubiera dejado a mi padre hacer su trabajo, hubiera cambiado mi fisionomía… pero no sería el mismo.

Tal vez el tamaño es lo que me hizo acercarme al rugby. Un puesto para cada tipo de jugador, la importancia del compañerismo y la pasión me cautivaron enseguida. En éste deporte si que podría tener el futuro que el fútbol me había negado (y eso que he mejorado con los años). Pero otra vez la falta de constancia me hizo dejarlo poco a poco… bueno eso, y una lesión de rodilla por el peso… (No, si al final todo va unido). Ni siquiera seguí con el arbitraje al volver de la lesión…Las sensaciones no volvieron a ser las mismas al principio, y el alto nivel ya quedaba muy lejos. Gracias a los veteranos voy recuperando sensaciones, y volviendo a disfrutar… Gracias químicos.

Así que, visto lo visto, cambiar lo que soy ahora no depende de una decisión u otra: son un conjunto de ellas… debe ser a esto a lo que se refieren cuando dicen que la vida pasa mientras la planeas. Ahora me centro en mis trabajos (Caucheros, Nargytos y las chuches), mis aficiones (música, fútbol, rugby) e Ysa… No se porque, pero siento que aunque mi vida hubiera sido de otra manera, habríamos acabado juntos… No creo que el destino de una persona esté escrito, pero si creo que hay personas predestinadas a estar juntas… Definitivamente, éste es mi caso. Mi abuelo le cantaba, hace más de 40 años, a los algarrobos que crecían en su tierra… los mismos algarrobos que veía hace más de 40 años, la abuela de Ysa por la ventana, al otro lado del mundo…