lunes, 3 de septiembre de 2012

Otra vez en un aeropuerto...

De pequeño me encantaba ir al aeropuerto: pedía etiquetas en todos los mostradores de todas las compañías, luego identificaba mis cuadernos y libros con ellas (mi madre os puede decir que incluso la parte de la litera donde dormía). Tenía 2 tíos que trabajaban allí y me encantaba la sensación de ir a recoger a alguien, casi siempre a mis abuelos, que venían de Tarapoto cargados de mucha comida y regalos para todos. La cosa cambiaba un poco cuando era yo el que viajaba, me encantaba embarcar, pero despedirme de la gente al otro lado del mostrador era un poco duro para mí (incluso en los viajes de 2 semanas). Será por eso que, cuando se marchaba mi padre a algún congreso, nunca iba al aeropuerto a despedirle…

Con los años, el aeropuerto me ha supuesto mucho más dolor que cualquier otro tipo de satisfacción. Fue en un aeropuerto cuando me despedí de mis abuelos y mis tíos, a los que no vería hasta 10 años después… Fue otro aeropuerto, al otro lado del mundo, donde le dije a mi abuelo que nos veríamos pronto, y no pude cumplir mi maldita promesa… Y es en ese mismo aeropuerto donde año tras año, despido a mi padre sin saber a ciencia cierta cuando volveré a disfrutar de su compañía…

Mi hermano Edu está volando en estos momentos, cruzando el charco, a su estancia post doctoral en Los Ángeles (California). Cuando le abracé, no pude contener las lágrimas que llevaba aguantando mas de una semana, desde que me hice a la idea de que tardaría mucho en verle… mucho mas de lo habitual… y eso duele. No lo había visto llorar desde el 11-M, cuando después de localizar a mis hermanas, le emocionó la solidaridad de la gente que, a media hora de los atentados, abarrotaba el hospital de la Cruz Roja de Reina Victoria para donar sangre… Esta mañana, cuando se despedía, estaba emocionado, nos abrazaba a todos con lágrimas en los ojos… pero tras ese momento de debilidad, se repuso y maleta en mano se dirigió a la zona de embarque… se que le veremos pronto, no me cabe duda, y sabe que puede contar conmigo para lo que quiera a cualquier hora… Sólo que es muy difícil aceptar un cambio así. Mi hermano Edu se fue a conseguir un futuro mejor, y volverá siedo uno de los más importantes en su campo, no me cabe duda...

Yo pensaba que me habían roto el corazón muchas veces en el pasado, que el dolor indescriptible que sentí en aquel momento no podía volver, y si lo hacía, estaba preparado para eso y más. No se si estaré preparado para algo como aquello, pero lo que si se, es que nunca me habían partido el corazón… como mucho me lo habían arañado o golpeado levemente. Lo que no olvidaré es lo que sentí cuando vi partir a mi hermano: esa falta de aire, esas ganas de gritar sin que te salga la voz, esa punzada en el pecho, ese dolor tan hondo… solo podía ser una cosa: se me había partido el alma… y otra vez en un aeropuerto.