jueves, 31 de mayo de 2012

Bar Izquierdo: Hasta siempre.


Me gustaría, pero me es muy difícil recordar la primera vez que pasé por ahí y lo vi abierto. Era pequeño y muy estrecho, había que tener muchísima suerte para pillar la mesa que había al fondo y cuando lo conseguías, no había forma se sacarte de ahí. Fueron los precursores del paga 2 y bebe 3, del mini con bravas, de las gambas con gabardina… Me gustaba ese ajetreo, el ir y venir de gente entrando, pidiendo, pagando y saludando a propios y a extraños… Lo voy a echar de menos.

Tuve un bar muy parecido. En el barrio de San Fermín, mi madre alquiló durante una temporada el Bar París en la calle Carabelos. Detrás de la barra todo se ve de otra manera, aprendes incluso a apreciar esos raros detalles que tienen los camareros y descubres porque hacen determinadas cosas de una determinada manera… Ya había trabajado antes detrás de una barra, pero esa experiencia me hizo darme cuenta de lo mucho que hay que currar y lo poco que a veces te reconocen el trabajo… por lo menos me sirvió para la vida diaria…

Mis amigos solían ir al bar. Creo que fue de las mejores épocas que pasamos allí como equipo de rugby. En aquella época nos pasábamos casi el día entero juntos. Por la mañana en la facultad, luego entrenamiento o partido en Cantarranas, tercer tiempo en la facultad y luego al bar. A veces incluso echábamos el cierre hasta que se acababan los barriles… mi madre dejaba aperitivos que desaparecían en un abrir y cerrar de ojos… No es que fuera un negocio muy lucrativo, pero tampoco es que fuera la causa del cierre… la verdad es que a pesar de nuestros esfuerzos en levantarlo, el bar no daba más de si, no salía rentable…

Pero volvamos al bar en cuestión, se parecía mucho al Bar Noviciado, pero en el primer local era más pequeño y en el segundo más grande (y hay que decir que la comida y la bebida me gustaba más), pero conservaba el encanto de los bares de toda la vida, mezclado con ofertas para los jóvenes que no querían dejarse cientos de euros en comer; pantalla grande para los partidos (y a veces Eurovisión), mesitas para juntarse unos cuantos apiñados en torno a un par de minis y unas patatas bravas exquisitas que rara vez duraban más de 5 segundos, aunque vinieran desde el mismísimo infierno… Pero sobre todo era el hecho de llegar y que el camarero te conociera de toda la vida (a veces, era así), que te preguntara por el resto de gente y te medio echara la bronca por llevar tanto tiempo sin ir… incluso te invitaba a una ración por volver… Ahora caigo en que si hubiera ido más, esto no habría pasado…

Cuanto más creces y más seguras tienes las cosas, más dejas de darles importancia porque están siempre allí: tus amigos del colegio, tus colegas del barrio, tu mejor amigo, tu familia (incluso tu novia a veces), pero ni siquiera entonces piensas que sitios tan míticos puedan desaparecer. Nadie cayó en la cuenta de que llevaban mucho tiempo sin ir, nadie se había preguntado cómo estará el Sr. Marcos, que hace mucho que no paro por ahí… Si hombre, pase la semana pasada, pero no paré porque iba con un poco de prisa… El hombre esta como siempre, aunque un poco mayor… Tengo que ir a tomar algo allí con unos amigos, que no saben lo que es salir de cervezas de verdad, sin dejarse un dineral…

Ya no va a ser posible. El Bar Izquierdo ha cerrado. Ahora hay un restaurante chino, donde antes estaba el segundo local (el grande) y el pequeño se sigue llamando Izquierdo, pero lo lleva otra gente (hay como unos mariscos o así…). Siempre he hablado bien de él a mis amigos y he llevado gente de todas partes de Madrid, incluso familiares desde Lima han probado sus minis y sus raciones… Pero ya no está. Puede que suene a coña, pero Turco es mi testigo: me quedé de una pieza (y eso que Ysa ya me lo había dicho), inmóvil mirando la cristalera donde antes se veía a la gente de la barra… Sin quererlo, una pequeña lágrima calló rodando por la mejilla y empecé a recordar con cuanta gente he estado ahí tomando cañas, minis… Ahí me enamoré de la cara que ponías cuando pescabas gominotas en el fondo del mini… Justo ahí tomaba una coca cola esperando mi turno en la seguridad social de Santa Juliana…

Habrá más bares, pero ninguno como éste: de éstos ya no quedan. Si algo he aprendido es que hay que disfrutar de cada momento y no dejar de “regar” amistades y costumbres que hicieron y hacen a la persona que soy ahora… Definitivamente tengo que llamar a mucha gente, no sea que llegado el momento en que decida hacerlo, ya no pueda.