viernes, 16 de noviembre de 2012

Estoy buscando una caja de folios vacía...


No encuentro ninguna, y eso que llevo anunciando desde el miércoles que necesito al menos una… pero no son fáciles de encontrar. Parece que aparte de su uso habitual, también se ha convertido en estos tiempos en un artículo muy demandado… En éstas cajas se colocan algo más que elementos personales y algún que otro bolígrafo que decides quedarte de recuerdo de la oficina. Hacerlas implica, en la mayoría de los casos, que cambias de rutina, de modo de vida, de compañeros o incluso que vas a tener más tiempo para ti… casi nunca es por voluntad propia…

Hoy es mi último día de trabajo en polímeros. Y tengo en la memoria muy presente mi primer día aquí: sentado, esperando y viendo gente pasar mientras intentaba adivinar cuál de ellos serían mis compañeros… Recuerdo todo marcado con el nombre del anterior técnico, el ordenador que seguramente cambiaríamos en seguida, unas extrañas máquinas de las que ahora soy casi un experto… Pero sobre todo la alegría de empezar y la esperanza de continuar cuando acabe el contrato… No es que la situación cambiara mucho desde que entré, pero el agravamiento progresivo de la situación económica hace que sea parte de los recortes prioritarios…

Ayer estaba en la cresta de la ola, me sentía contento por cómo había salido el evento de SAP, lo mucho que nos habían felicitado, que querían contar con nosotros para los 2 siguientes años que se va a celebrar el evento en Madrid… Incluso me he levantado sobreexcitado por poderle contar a Ysa lo bien que me sentí y lo mucho que agradecía a todos el excelente trabajo de ayer… Pero al llegar aquí, todo cambió. Intenté hacerlo un poco más tarde de lo habitual, pero creo que he empeorado un poco las cosas anímicamente hablando. Todos los que se cruzan conmigo me dicen que es una pena que me vaya, que la plaza no debería quedar vacía, que venga de visita… Gracias, pero ayuda poco, muy, muy poco…

He parado un momento para reflexionar y poder apartarme un rato de todos, sentarme delante de la pantalla del  mismo ordenador del primer día, en mi mesa, y escribir lo último antes de borrar mi usuario y formatear el ordenador… No ha sido fácil, pero al menos puedo exteriorizarlo sin temor de miradas que no entiendan que hay que pasar por éste duelo para seguir adelante. Seguramente, antes de lo que crea, encuentro algo que me vuelva a llenar laboralmente, aunque dudo mucho encontrar unos compañeros como éstos… seguiré en contacto, pero voy a echar mucho de menos el día a día, las bromas… Son gente estupenda… He tenido mucha suerte…

Bueno, manos a la obra: me han dicho que arriba hay un cuarto donde guardan todas cajas de folios vacías para que la gente no haga acopio de ellas… Se que no es cierto, pero me gusta pensar que también se pueden usar para traer cosas, no sólo para llevártelas…

lunes, 15 de octubre de 2012

Sólo se me ocurren números de 3 cifras...


Creo que nunca he contado la historia, tampoco se si me dará para recordar cada pequeño detalle, pero hay algo que es seguro: no cambiaría ni un solo momento de la primera vez que la vi…

El instituto no tuvo precisamente cosas buenas, aunque allí conocí a mis mejores amigos, no siempre iba todo sobre ruedas. Vale que la reputación de mi apellido precediera todo aquello que se me ocurría hacer, pero nunca fue tan fiero el lobo como lo pintaban… Mis amigos no se encontraban entre los más populares del instituto, de hecho acababa de perder a unos pocos porque con esa edad, prima más el sentimiento hormonal que el de amistad, así que estaba dispuesto a empezar de cero…

Era el final de curso, la época de exámenes… había pasado por eso ya tantas veces que el agobio y la presión no me afectaban (total, menos nota ya no podía sacar…). Me iba a tocar repetir, seguro, y dejaría a mis amigos avanzar y me quedaría atrás… Tampoco estaba mal del todo, a medida que conoces a las personas y creces, te das cuenta quien vale la pena y quien no… Una amiga de un curso anterior, salió llorando de clase porque le había salido mal un examen (seguramente, algo tan grave como un 5, quizás un 6…). Entonces la vi. Hacía el mismo gesto que hace ahora cuando le parece que estás exagerando pero no te lo puede decir: aprieta los labios, mira fijamente y luego desvía los ojos… y aun así se muestra comprensiva y paciente… muy paciente.

Nunca me había fijado en la chica de pelo corto con la que iba mi hermano a clase, la misma con la que compartíamos amigos en común. Error. Grave error. Creo que fue la primera vez en mi vida que me quedé sin aliento. Llevaba una sudadera blanca vaqueros, zapatillas y unos pendientes largos… Sobre todo recuerdo los pendientes, la forma de colocárselos mientras se ponía de cuclillas para consolar a su amiga. No me miró, ni siquiera hizo un amago. Yo tampoco me atreví siquiera a preguntar su nombre.

Esperé verla en los exámenes de Septiembre, pero aun no sabía de quien estábamos hablando. Esos eran mis dominios, pero para ella un terreno desconocido al ser casi siempre de las primeras de la clase. Ya si que no tenía nada que hacer… Bueno, a eso estaba ya más que acostumbrado…

Pasaron muchas cosas ese verano, pero el destino nos tenía preparado algo mejor. Septiembre me trajo de nuevo al instituto y allí estaba; no solo en mi clase, sino sonriendo en el pupitre de al lado, mi princesa. Haría lo que fuera por conseguirla.

Han pasado poco más de 12 años de esa promesa y exactamente 12 de nuestro primer beso. Una historia forjada a base de comprensión, cariño y paciencia: toneladas de paciencia que parece que no se te gastan nunca, a pesar de mi insistencia. 12 años en los que hemos empezado una vida en pareja que llevamos a su apogeo con la reciente compra de nuestra casa. Seguro que sin tu ayuda, aun seguiría en ese maldito instituto, maldiciendo mi suerte y de pie, en la puerta de clase, viendo a alguien llorar sin que nadie haga nada, y condenado a sentarme solo en mi pupitre, esperando a que llegues a rescatarme…

Gracias por 12 años maravillosos. Lo razonable sería desear que tengamos, al menos, 12 años más; pero a mi sólo se me ocurren números de 3 cifras…

Te quiero princesa.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Otra vez en un aeropuerto...

De pequeño me encantaba ir al aeropuerto: pedía etiquetas en todos los mostradores de todas las compañías, luego identificaba mis cuadernos y libros con ellas (mi madre os puede decir que incluso la parte de la litera donde dormía). Tenía 2 tíos que trabajaban allí y me encantaba la sensación de ir a recoger a alguien, casi siempre a mis abuelos, que venían de Tarapoto cargados de mucha comida y regalos para todos. La cosa cambiaba un poco cuando era yo el que viajaba, me encantaba embarcar, pero despedirme de la gente al otro lado del mostrador era un poco duro para mí (incluso en los viajes de 2 semanas). Será por eso que, cuando se marchaba mi padre a algún congreso, nunca iba al aeropuerto a despedirle…

Con los años, el aeropuerto me ha supuesto mucho más dolor que cualquier otro tipo de satisfacción. Fue en un aeropuerto cuando me despedí de mis abuelos y mis tíos, a los que no vería hasta 10 años después… Fue otro aeropuerto, al otro lado del mundo, donde le dije a mi abuelo que nos veríamos pronto, y no pude cumplir mi maldita promesa… Y es en ese mismo aeropuerto donde año tras año, despido a mi padre sin saber a ciencia cierta cuando volveré a disfrutar de su compañía…

Mi hermano Edu está volando en estos momentos, cruzando el charco, a su estancia post doctoral en Los Ángeles (California). Cuando le abracé, no pude contener las lágrimas que llevaba aguantando mas de una semana, desde que me hice a la idea de que tardaría mucho en verle… mucho mas de lo habitual… y eso duele. No lo había visto llorar desde el 11-M, cuando después de localizar a mis hermanas, le emocionó la solidaridad de la gente que, a media hora de los atentados, abarrotaba el hospital de la Cruz Roja de Reina Victoria para donar sangre… Esta mañana, cuando se despedía, estaba emocionado, nos abrazaba a todos con lágrimas en los ojos… pero tras ese momento de debilidad, se repuso y maleta en mano se dirigió a la zona de embarque… se que le veremos pronto, no me cabe duda, y sabe que puede contar conmigo para lo que quiera a cualquier hora… Sólo que es muy difícil aceptar un cambio así. Mi hermano Edu se fue a conseguir un futuro mejor, y volverá siedo uno de los más importantes en su campo, no me cabe duda...

Yo pensaba que me habían roto el corazón muchas veces en el pasado, que el dolor indescriptible que sentí en aquel momento no podía volver, y si lo hacía, estaba preparado para eso y más. No se si estaré preparado para algo como aquello, pero lo que si se, es que nunca me habían partido el corazón… como mucho me lo habían arañado o golpeado levemente. Lo que no olvidaré es lo que sentí cuando vi partir a mi hermano: esa falta de aire, esas ganas de gritar sin que te salga la voz, esa punzada en el pecho, ese dolor tan hondo… solo podía ser una cosa: se me había partido el alma… y otra vez en un aeropuerto.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Mi abuelo le cantaba a mi destino


Hay una sensación extraña que me viene a menudo y que hace que me plantee mucho las cosas. No es que esté a disgusto con mi vida, ni muchísimo menos, pero en mi cabeza, a menudo, vuelan imágenes sobre que habría pasado si hubiera tomado decisiones distintas o si me hubiera centrado en una sola cosa en vez de en mil.

Todo empieza en la música. Es mi gran pasión y me ha ayudado a salir de baches que creaba mi mente de adolescente; ha sabido llenar los huecos afectivos que quedaron tras la separación de mis padres y me ha ayudado a ganar en autoestima. Pero nunca le he dedicado el tiempo suficiente. Quizás las obligaciones o la falta de constancia (uno de mis grandes lastres) sean en parte responsables, pero he dejado pasar ese tren. Si me hubiera centrado en ella, como mi abuelo ¿hasta donde habría llegado?, ¿sería suficiente para mi?, ¿sería la misma persona?, ¿sería feliz?... Seguro que no sería ni la sombra de mi abuelo (alguien me dijo que no tengo ni la décima parte de su voz). Si algo se, es que la música siempre será mi compañera de viaje.

La idea del lastre me hace volver al tema favorito de los padres: los estudios. Tal vez habría llegado más lejos de no ser tan vago. Si no hubiera tirado por la borda 3 años de partidillos en el patio del instituto y unos cuantos más de mus y rugby en la facultad… Es difícil de decir, pero he superado peldaños altos cuando me lo he propuesto, lo que me hace pensar que es el ser inconstante es lo que me ha dejado con menos oportunidades. Evidentemente, en experiencia de trabajo en el campo de la química, tengo pocas personas que tengan mi currículum, pero es duro ver que te dejan fuera de un proceso por falta de titulación… Tal vez lo retome… si maduro…

Cuando eres el gordito del grupo creas mecanismos de defensa: eres simpático, gracioso, intentas ir a la última (yo soy más de gadgets que de moda)… Pero hay quien, hagas lo que hagas, siempre te ve así: gordo. Nunca he querido cambiar ni me ha importado lo que opinaran el resto… lo que no significa que no me molestara e hiriera… Es sólo que me hubiera gustado estar en la piel de los demás por un momento y descubrir todo lo que ese gordito tiene que ofrecer. Tal vez si hubiera dejado a mi padre hacer su trabajo, hubiera cambiado mi fisionomía… pero no sería el mismo.

Tal vez el tamaño es lo que me hizo acercarme al rugby. Un puesto para cada tipo de jugador, la importancia del compañerismo y la pasión me cautivaron enseguida. En éste deporte si que podría tener el futuro que el fútbol me había negado (y eso que he mejorado con los años). Pero otra vez la falta de constancia me hizo dejarlo poco a poco… bueno eso, y una lesión de rodilla por el peso… (No, si al final todo va unido). Ni siquiera seguí con el arbitraje al volver de la lesión…Las sensaciones no volvieron a ser las mismas al principio, y el alto nivel ya quedaba muy lejos. Gracias a los veteranos voy recuperando sensaciones, y volviendo a disfrutar… Gracias químicos.

Así que, visto lo visto, cambiar lo que soy ahora no depende de una decisión u otra: son un conjunto de ellas… debe ser a esto a lo que se refieren cuando dicen que la vida pasa mientras la planeas. Ahora me centro en mis trabajos (Caucheros, Nargytos y las chuches), mis aficiones (música, fútbol, rugby) e Ysa… No se porque, pero siento que aunque mi vida hubiera sido de otra manera, habríamos acabado juntos… No creo que el destino de una persona esté escrito, pero si creo que hay personas predestinadas a estar juntas… Definitivamente, éste es mi caso. Mi abuelo le cantaba, hace más de 40 años, a los algarrobos que crecían en su tierra… los mismos algarrobos que veía hace más de 40 años, la abuela de Ysa por la ventana, al otro lado del mundo…

jueves, 31 de mayo de 2012

Bar Izquierdo: Hasta siempre.


Me gustaría, pero me es muy difícil recordar la primera vez que pasé por ahí y lo vi abierto. Era pequeño y muy estrecho, había que tener muchísima suerte para pillar la mesa que había al fondo y cuando lo conseguías, no había forma se sacarte de ahí. Fueron los precursores del paga 2 y bebe 3, del mini con bravas, de las gambas con gabardina… Me gustaba ese ajetreo, el ir y venir de gente entrando, pidiendo, pagando y saludando a propios y a extraños… Lo voy a echar de menos.

Tuve un bar muy parecido. En el barrio de San Fermín, mi madre alquiló durante una temporada el Bar París en la calle Carabelos. Detrás de la barra todo se ve de otra manera, aprendes incluso a apreciar esos raros detalles que tienen los camareros y descubres porque hacen determinadas cosas de una determinada manera… Ya había trabajado antes detrás de una barra, pero esa experiencia me hizo darme cuenta de lo mucho que hay que currar y lo poco que a veces te reconocen el trabajo… por lo menos me sirvió para la vida diaria…

Mis amigos solían ir al bar. Creo que fue de las mejores épocas que pasamos allí como equipo de rugby. En aquella época nos pasábamos casi el día entero juntos. Por la mañana en la facultad, luego entrenamiento o partido en Cantarranas, tercer tiempo en la facultad y luego al bar. A veces incluso echábamos el cierre hasta que se acababan los barriles… mi madre dejaba aperitivos que desaparecían en un abrir y cerrar de ojos… No es que fuera un negocio muy lucrativo, pero tampoco es que fuera la causa del cierre… la verdad es que a pesar de nuestros esfuerzos en levantarlo, el bar no daba más de si, no salía rentable…

Pero volvamos al bar en cuestión, se parecía mucho al Bar Noviciado, pero en el primer local era más pequeño y en el segundo más grande (y hay que decir que la comida y la bebida me gustaba más), pero conservaba el encanto de los bares de toda la vida, mezclado con ofertas para los jóvenes que no querían dejarse cientos de euros en comer; pantalla grande para los partidos (y a veces Eurovisión), mesitas para juntarse unos cuantos apiñados en torno a un par de minis y unas patatas bravas exquisitas que rara vez duraban más de 5 segundos, aunque vinieran desde el mismísimo infierno… Pero sobre todo era el hecho de llegar y que el camarero te conociera de toda la vida (a veces, era así), que te preguntara por el resto de gente y te medio echara la bronca por llevar tanto tiempo sin ir… incluso te invitaba a una ración por volver… Ahora caigo en que si hubiera ido más, esto no habría pasado…

Cuanto más creces y más seguras tienes las cosas, más dejas de darles importancia porque están siempre allí: tus amigos del colegio, tus colegas del barrio, tu mejor amigo, tu familia (incluso tu novia a veces), pero ni siquiera entonces piensas que sitios tan míticos puedan desaparecer. Nadie cayó en la cuenta de que llevaban mucho tiempo sin ir, nadie se había preguntado cómo estará el Sr. Marcos, que hace mucho que no paro por ahí… Si hombre, pase la semana pasada, pero no paré porque iba con un poco de prisa… El hombre esta como siempre, aunque un poco mayor… Tengo que ir a tomar algo allí con unos amigos, que no saben lo que es salir de cervezas de verdad, sin dejarse un dineral…

Ya no va a ser posible. El Bar Izquierdo ha cerrado. Ahora hay un restaurante chino, donde antes estaba el segundo local (el grande) y el pequeño se sigue llamando Izquierdo, pero lo lleva otra gente (hay como unos mariscos o así…). Siempre he hablado bien de él a mis amigos y he llevado gente de todas partes de Madrid, incluso familiares desde Lima han probado sus minis y sus raciones… Pero ya no está. Puede que suene a coña, pero Turco es mi testigo: me quedé de una pieza (y eso que Ysa ya me lo había dicho), inmóvil mirando la cristalera donde antes se veía a la gente de la barra… Sin quererlo, una pequeña lágrima calló rodando por la mejilla y empecé a recordar con cuanta gente he estado ahí tomando cañas, minis… Ahí me enamoré de la cara que ponías cuando pescabas gominotas en el fondo del mini… Justo ahí tomaba una coca cola esperando mi turno en la seguridad social de Santa Juliana…

Habrá más bares, pero ninguno como éste: de éstos ya no quedan. Si algo he aprendido es que hay que disfrutar de cada momento y no dejar de “regar” amistades y costumbres que hicieron y hacen a la persona que soy ahora… Definitivamente tengo que llamar a mucha gente, no sea que llegado el momento en que decida hacerlo, ya no pueda.

sábado, 28 de abril de 2012

Ahora os comprendo mejor que nunca


Cuando esperas que te pasen cosas, hay que procurar no desearlas con demasiada fuerza, no te vayan a hacer perder la perspectiva. Hay que relativizar todo, incluso las cosas que te hacen daño… ¿No dicen que lo que no te mata te hace más fuerte?... Vale, no te matará… pero puede hacer que las pases canutas…

Quizás es la ilusión la que te juega malas pasadas, las ganas de demostrar de lo que eres capaz, la estúpida sensación de tener el premio en el bolsillo… De repente algo cae sobre ti como una losa, te aplasta y te devuelve a la realidad… Esa sensación hay que saber aceptarla, entenderla y saber que tu momento llegará, pero no aquí ni ahora…

Estoy decepcionado, pero no es el final del camino. No he llegado hasta aquí para rendirme y caer en el desánimo. Ha sido duro enterarse y mucho más de la forma en la que lo he hecho, pero la culpa ha sido sólo mía: por pregonarlo, por hacerme a la idea, por planear distintas formas de hacer las cosas y que no se noten los cambios… Por no saber esperar y por quererlo todo de forma inmediata… En definitiva por no tener paciencia y querer que sucedan las cosas precipitadamente: esa nunca ha sido una de mis virtudes, y no es la primera vez que me juega malas pasadas.

Para muchos, estos días han sido raros y no les culpo: lo veía en sus caras, en sus gestos; era una mezcla entre tristeza, miedo e incertidumbre que hacía que ir a trabajar fuera menos divertido que de hasta ahora… Aun así sacamos el trabajo adelante y así debe ser: el barco seguirá flotando, sea quien sea el timonel. Seguiré arriando las velas cuando sea necesario o remando como he hecho hasta ahora. Lo único de lo que me puedo quejar es de la forma en la que lo he descubierto. A nadie le gusta que le despierten mientras estas soñando, cuando te quieres dar cuenta todo ha desaparecido y vuelves a estar en la cama, estirando el brazo para matar el ruido que te devuelve a la realidad… viviríamos mejor sin algunos ruidos…

No todo ha sido malo hoy. He visto gente preocuparse por mi futuro y hacer cosas por mi a las que no estaban obligados. He tenido la oportunidad de volver a demostrar mi valía y a disfrutar del apoyo de mi familia y amigos cuando lo he necesitado. He recibido todo el cariño del mundo cuando me he venido abajo y me han hecho sonreír. Alguien me ha comentado que le gustaba lo que escribía y, ante éste hecho, he escrito cómo me sentía hasta que el golpe ha dejado de doler… Ahora sé que tengo lo que necesito, que lo que tenga que venir vendrá y que nada puede hacer que pierdas la Fe en mí… Incluso lo que te hace más fuerte.

Hace unos días, muchos de mis compañeros y amigos han pasado por lo mismo. Han visto cómo sus ilusiones y pretensiones se deslizaban despacio entre sus dedos y miraban con recelo cómo caían en manos de otro. Lo que más te puede doler no es que no te elijan, es que no se tenga en ti la suficiente confianza como para decírtelo antes. Lo habrían entendido. Yo lo habría entendido. Antes no podía decirlo, nunca tuve ésta sensación, pero ahora si: Lo siento chicos, de veras… Ahora os comprendo mejor que nunca.

jueves, 19 de abril de 2012

Hoy es 01.01.01...


No me he olvidado. No se me ha pasado. Ni muchísimo menos. Tal vez no haya puesto nada en el muro de Facebook, pero fue porque estaba esperando que sea el momento adecuado y es hoy: hoy es el día uno.

Quizás ninguno sepa que empezó de informador en el palacio y que prefería ése puesto a ningún otro porque así “no tenía que subir o bajar escaleras”. Cuando le conocí, para mi, era como "Hevia" en el "Carrusel Deportivo", uno de los jefes de todo… Siempre se ha diferenciado del resto en que su forma de solucionar los problemas, ha sido el diálogo y la paciencia, siempre sin un mal gesto y siempre empatizando con la gente a la que se dirigía… Joder, cómo le voy a echar de menos…

La forma cómo se precipitaron las cosas es harina de otro costal, pero aquí me veo, con una sensación más agria que dulce y con mucho miedo. No miedo a hacer mal algunas cosas, sino miedo a perder lo que me ha costado mucho conseguir (y que seguramente lo conseguí gracias a ti): el cariño y la confianza de la gente con la que trabajo.

No recuerdo el día, tampoco quien estaba destrozando el escenario ese día, pero si recuerdo que fue en el Palacio de los Deportes cuando por primera vez depositaste en mi tu confianza. Quizás fue por la sensación de agobio que le producía no poder estar en mil sitios a la vez (con 990 ya tenías bastante). El caso es que ante la imposibilidad de complacer a unas personas mal sentadas, jugué las cartas de negociante que mi abuelo me dejó en prenda y bajé con una idea en la cabeza: conseguiré mi objetivo cueste lo que cueste. 
No creo ser capaz ahora de recordar la cantidad de argumentos que le di a la señora en ese momento, incluso le abrí mi corazón y nada, no cedía… era una roca… Con quien si que si lo conseguí, fue con su marido, dijo “Vamos a movernos, anda, deja al chico en paz”… fue casi instantáneo… todo estaba resuelto… y si, había sido yo.

Empezado el espectáculo y terminando los 990 problemas anteriores, Te acercaste corriendo a solucionar un ya inexistente problema; “¿Cómo lo has hecho?”, “A ti te lo voy a decir”… “Niko… gracias”.

Creo que ése fue el principio. Desde entonces me gustaba poder hacer bien éste trabajo. Luego vinieron los Disney’s, las fiestas y esas tardes haciendo mil cosas, que favorecieron que nos hiciéramos amigos… No voy a hablar de Wii, ni de Singstar, ni Move, ni de fiestas de cumple sorpresas, regalos, chanchullos, etc.… Y ahora todo tiene que volver a empezar y no es fácil, sobre todo si parece que le quitas las cosas a quien quieres…

Desde el miércoles, voy a reemplazarte en tu zona, en el Bernabéu. La propia frase tiene su parte dulce y su parte amarga y no consigo quitármela de la cabeza. Hay muchas personas con más antigüedad que yo, que seguramente merezcan el reconocimiento antes, y no quiero mentir, me alegra profundamente que hayan pensado en mí para el trabajo. A algunas de esas personas las considero mis amigos, y se que no están molestos conmigo, sino decepcionado con el hecho de no haber sido ellos quienes lo hagan… Pero no soportaría que esto pudiera desestabilizarnos y hacer que se vaya todo a paseo… Es importante para mí que sepan que yo no he pedido nada ni perseguido a nadie, sólo se ha reconocido mi trabajo y eso me renueva las fuerzas. Hace que quiera seguir con más ganas, lo que empezó con un “Niko… Gracias”.

Nunca podré hacerlo como tú, ni muchísimo menos. Puede que lo haga bien, de distinta manera, pero nunca tan bien como tú. Lo que si voy a hacer es fijarme, mucho, en cómo conseguías hacer las cosas, intentar tener siempre una sonrisa en los labios, empatizar con los demás y hacer siempre lo mejor posible el trabajo. Así, algún día, quizás sin darme cuenta, haga que alguien se sienta valorado por su trabajo, como tú has hecho conmigo, y sienta que es merecedor de mi confianza, como yo sentía merecer la tuya.

Ya queda menos para la próxima vez que nos veamos. Tienes permiso para cambiar todo lo que quieras de aspecto, pero no cambies lo más importante que tienes y contra lo que no se puede competir: un corazón que no te cabe en el pecho.

Nos vemos pronto Iván.

Niko

viernes, 30 de marzo de 2012

Cuando queremos que todo siga como está...

Cuando alguien se te acerca y te pregunta que razón hay para hacer siempre lo mismo y de la misma manera, da por supuesto que estás completamente loco. Más allá de locuras, el ser humano es un animal de costumbres y a nadie le gusta que las cosas cambien, y menos si son cambios grandes...

Hace unos pocos meses que me enteré de la noticia de la boda de Estrella y de la Boda de Alfonso... amigos míos de siempre que van a cambiar su relación de pareja por un matrimonio... yo no tengo nada contra el mismo, simplemente creo que no es para mi. Además tengo la suerte de contar con el apoyo de Ysa en éste aspecto, lo que me da mucha tranquilidad. Es un cambio, pero seguro que es para bien. Si alguien quiere dar ese paso es por que necesita darle la oficialidad que merece su relación y compartirla con todo el mundo... De momento yo no necesito "oficializarlo", creo que los casi 12 años de relación lo hacen en mi lugar... Aunque era mi intención ir a ambas bodas, me será imposible estar en una de ellas por motivos de trabajo, pero saben que cuentan con mi apoyo para lo que necesiten, eso no cambia...

Hace unas pocas semanas Nacho se fue a vivir a Alcobendas. Va cerca de Juanma, lo que es bueno, pero lejos de donde había vivido hasta ahora, y eso me apena. Sé que la casa es más grande y que vive mucho más cerca del trabajo... Cualquiera (incluso yo) le hubiera dicho que hacía lo correcto. Necesitaba un espacio más grande para su recientemente inagurada familia y supongo que los alquileres en las afueras son más baratos... pero eso no es lo que me preocupa. Aunque no lo diga, y casi siempre esté de mal humor por el trabajo y por el curso, es mi mejor amigo y nos veíamos sólo los días de partido. Por más que me esfuerce, no recuerdo la primera vez que fui a jugar a su casa a la consola hasta el amanecer y las veces que me dormía con el mando en la mano, los conciertos que preparábamos y que salían bien luego, pero no según lo previsto; tampoco se contar las tardes que ha pasado en el kiosco conmigo triplicando el precio de las cosas... está claro que nos hacemos mayores y que no podemos seguir haciendo cosas de críos, pero eso no significa que me guste... Es un cambio inevitable, solo hay que adaptarse a la nueva situación y hacer las cosas lo mejor posible... por ejemplo escribiéndolo en el blog. Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía.

Hace una semana, una compañera del curso de Análisis Químico que hago por las tardes en la Politécnica, dejó de dirigirme la palabra y, poco a poco, deja de hacerlo con todos los compañeros de clase que más relación tienen conmigo, y junto con los que antes formábamos una pequeña aldea de irreductibles galos. Supongo que la culpa fue mía en lanzarle puyas sobre sus injustificadas faltas a clase, pero al disculparme siguió con el enfado y la bola de nieve se fue haciendo cada vez un poco más grande... ahora ya no hay quien la detenga. No es una justificación, pero en esta vida hay que ser coherente con lo que uno dice y hace (no es fácil, pero esa es la cuestión). La mayoría de las veces nos cuesta muy poco juzgar las acciones de los demás y una barbaridad darnos cuenta de lo que hacemos mal. Quizás no debí decirle aquellas cosas ese día (no era su día, y desde luego no el mío); o quizás ella debió aceptar mis disculpas... no lo se, supongo que ya da igual. Este cambio claramente no es para bien y, aunque no lo parezca, me duele ver como se esfuerza en ignorarme; pero lo que tengo claro es que ni soy el malo ni el culpable. A lo mejor no le he caído bien nunca y era la excusa que necesitaba, aunque no lo creo (lo pienso para no sentirme peor); llevamos casi un curso entero juntos, en el grupo de clase somos personas muy distintas y, tarde o temprano, tenía que saltar la chispa. Me apena mucho que haya sido conmigo, pero es un cambio que tendré que aceptar... Si algo he aprendido en la vida es a no perder el tiempo intentando cambiar el modo de ser del prójimo. Es mejor intentar cambiar el mío.

Hace unos pocos días me enteré que Iván deja Nargy. Eso si que es un cambio. Los motivos no son de mi incumbencia, pero es inevitable sentir nostalgia. Si bien fue Edu quien me llevó a currar al Bernabéu la primera vez, fueron Iván y Fernando quienes me dieron la oportunidad de ser coordinador, y siempre les estaré agradecido… Fue Iván quien me llevó al Palacio de los deportes a mi primer concierto y a mi primer partido de baloncesto, confió en mí y me dio la oportunidad de demostrar mi valía. No voy a negar que le vaya a echar mucho de menos, que la forma de trabajar no vaya a ser la misma y que será difícil que alguien pueda sustituirle, pero debemos seguir para adelante. Sus amigos apoyamos su decisión, aunque nos duela que se marche, y podrá contar con nosotros siempre que lo necesite. Claro que será un cambio muy grande y que tendremos que acostumbrarnos; pero en esta vida, las cosas no pasan porque si. Kennedy dijo que el cambio es ley de vida y cualquiera que sólo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro. El futuro nos deparará cosas buenas a todos los que nos esforzamos y luchamos por lo que creemos. Y eso que el futuro no para de cambiar...

Nadie puede decir que le gusten los cambios, así como nadie puede decirte que es extraño que hagas todo siempre de la misma manera porque no existe una única manera de hacerlo… Sobre todo porque cuando queremos que todo siga como está, es cuando necesitamos que todo cambie…

miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando parece que nadie escucha...

Hace poco que empecé ésta aventura. Si, son sólo 12 meses, pero fue menos tiempo trabajando en la Complutense y tengo grandes amigos de todo aquello. Cuando parecía que nadie escuchaba lo que me estaba pasando, volví a ser quien era. Pero todo eso no es lo importante... Lo importante es todo lo que ha pasado hasta éste momento...

Vuelve a sonar el teléfono (otra vez), aquella noche me acosté tarde, pero intentaba no tener por costumbre quedarme en la cama pasadas las 10 de la mañana. Era Ysa. Siempre es ella y me alegro que así sea.

Casi todas las mañanas desde que terminé mi contrato JAE, Ysa aumentaba su ya de por si excesiva carga de trabajo, con una pequeña búsqueda de uno para mi. Mientras me contaba lo que había encontrado, yo pensaba en pedidos de chuches y bebidas (quedaban pocos días de sol para vender en el kiosco, y no quería quedarme sin género).

Una vez revisado el documento enviado por mail y visto el corto plazo de presentación de solicitudes, surgió en mí la duda de siempre: seguro que ya tienen a alguien para el puesto y sólo van a hacer el paripé. Aun así decidí seguir adelante y prepararme el examen (tampoco me mataba a estudiar) y que sea lo que tenga que ser... Llevaba un libro enorme de un curso de materiales poliméricos que hice en la politécnica hacía ya 3 años, junto a la comida del día, en la mochila del kiosco, con el talonario, algunas facturas, agendas, etc... Lo único que no llevaba era un poquito más de Fe, pero de eso tenía ya bastante en casa.

No es que me interrogara sobre lo que había estudiado (ni me tomara la lección), pero Ysa me preguntaba qué había leído hoy, asegurándose que algo había leído... Así durante días, hasta el día del examen; que curiosamente había cambiado el día anterior de hora y localización (otra vez la dichosa duda... pero tenía sentido, ¿no?) y de no ser por Ysa, no me habría enterado. Las preguntas no parecían difíciles, pero tampoco eran elementales: un poco de química, otro poco de ensayos físicos, algo de seguridad laboral... No se si fue mi seguridad al contestar o la conciencia de ignorar lo que no sabía, pero terminé muy deprisa... casi sin darme cuenta estaba llegando a casa cuando me llamó Ysa para darme el notición: la segunda mejor nota.

Ya sólo quedaba la evaluación de méritos y las constantes visitas a la secretaría central del CSCI con documentos, contratos, cursos, alegaciones... a veces es bueno resaltar un poco: te recuerdan y te ayudan con consejos sobre cómo presentar tal o cual papel. Una semana después, obtuve la máxima puntuación en los méritos, sumados a mi nota del examen me situaban en el primer lugar para ocupar la plaza de un año por pre-jubilación del señor Pedro... Sólo una semana más de espera... ninguna reclamación ni protesta (bajaron los brazos, lo que me decía la dichosa duda)... y casi sin darme cuenta, ya era oficial. Había superado una pequeña oposición, volvía a tener trabajo.

Hacía mucho que no lloraba así. Ysa era muy feliz (es gran responsable de todo esto), mis hermanos y mi madre me felicitaron y se alegraron por mi (siempre creyeron en mi), incluso mi padre pegó un grito de alegría a las 6:00 de la mañana cuando le llamé para contárselo. Mis amigos dijeron que lo merecía y, por fin, disipé esa duda que me atrapó desde el principio: No era un paripé, no estaba dada la plaza, era para mí...

El reflejo de la ventana debe ser precioso, pero los trozos de tela que hacen de cortinas fulminan cualquier posibilidad de verlo, el despacho es pequeño y mi ordenador va a pedales, pero nada de eso importa. Trabajo de nuevo en el CSIC, aumento mi currículum y doy un nuevo paso a mi estabilidad.

Cuando parece que nadie escucha, hay que subir la voz y dirigirte a quien te presta atención siempre, a quien te puede sacar del fondo del pozo... Tú. El apoyo de tu familia y tus seres queridos es fundamental, pero quien se tiene que mover eres tú mismo, nadie lo puede hacer por ti. Espero no haberlo aprendido demasiado tarde y escucharme, cuando parezca que no lo hace nadie más.