martes, 14 de febrero de 2017

Mis cumpleaños no volverán a ser lo mismo...

Precisamente ahora pensaba en cuando sería el momento adecuado, en si sería capaz o si me vendría abajo. La verdad es que escribir 2 líneas me ha costado menos de lo que esperaba, pero será el resto lo que determine si fui o no capaz…

Hace 10 días mi abuelo Nicolás dejó de sufrir. Hace 10 días se incrementó el dolor que llevaba semanas gestando dentro y que me dejó sin aliento durante unos instantes. Unos días antes, una complicación ademas de su enfermedad le hizo dejar de ser quien fue, pero el egoísmo inconsciente del ser humano lo retuvo unos días más hasta que su cuerpo dijo basta. Ahora descansa, pero su fuerza y su recuerdo me invade día tras día.

Mi abuelo cambió su Chiclayo natal por la ciudad de Lima allá por el año 1958, y fue con mucho trabajo que salió adelante con lo que mejor sabía hacer: música. Más de 30 discos avalan su trayectoria y el mundo de la canción criolla llora su partida. Pero a mi solo me queda el consuelo de saber que, una décima parte de su talento, sigue viva en sus hijos, nietos y bisnietos…

Cuando mis padres decidieron cruzar el charco, no era consciente de la cantidad de cosas que iban a cambiar. No solo me refiero a lo mucho que iba a fardar en el colegio habiendo viajado en avión desde tan lejos, o lo bien que entendía el inglés por las semanas que pase con mis tíos en NY… Me refería a que asentar mi vida a tanta distancia, me repercutiría mucho, y más adelante, pero aun no era consciente de ello…

Mi tio Memo falleció siendo Paloma muy pequeña, antes de regresar a Perú la primera vez. La noticia me dejó tan impactado, que no pude llorar hasta años después, delante de su tumba y aun siendo un niño. Ese fue el primer golpe que se llevó mi papá Nico, directo a su sueño de continuidad con el grupo, el dolor que un padre nunca debería sufrir y que ahora entiendo en magnitud. Yo no sería tan fuerte. Quizás por superstición o por cobardía, pensando en todo ello entenderás que ninguno de mis hijos se llama Guillermo…

En muchos sentidos recuerdo aquella época con mayor claridad, no solo por la edad, sino por la cantidad de tiempo que pasamos juntos mi abuelo y yo. Disfruté mucho de su risa, su carácter, su guitarra y su mundo… quizás inconscientemente me vi en su lugar, haciendo lo que él hacía: habitualmente yo actuaba en el colegio, en reuniones familiares y en alguna actuación de mi abuelo. Veía el orgullo en sus ojos y aquello le animaba poco a poco a salir de pozo… Siempre esperó algo más de mi, siempre quiso que me hiciera cargo del grupo, incluso alguna vez fueron propuestas sólidas y con un plan… siguiendo mi vida en España y con giras un par de veces al año… pero no lo hice.

No me arrepiento, pero se que le decepcionó mi negativa, se que un poco de su orgullo por mi se quedó por el camino, por eso le pedí a mi prima que al dejar sobre su féretro la rosa a mi nombre, le pidiera perdón. Perdón por decepcionarle, por no haber estado allí con él, por no haberle visto cara a cara en los últimos 7 años, por no llamar suficientes veces (incluso habiéndomelo pedido) y por dejar que pasaras muchos días olvidado en un cuartucho del jirón de la Soledad, en Lince, viendo agotarse tu tiempo…

Mi querido Papá Nico...

Me diste tu bendición con Ysa, de quien dijiste que el destino la puso en mi camino. Te pareció magia que pasara sus veranos entre algarrobos como los de tu tierra, y que naciera el mismo día que cantabas como nacimiento del Tondero. Te prometo que la próxima vez la llevaré a Chiclayo, cuna de los Seclén, con mis hijos a darte el cariño que te mereces; para que conozcan donde comenzó todo. Gonzalo y Darío sabrán de ti, me encargaré de ello. No los viste en persona pero las tecnologías nos permitieron vernos y saludarnos, mientras alababas los rasgos “Seclén” de cada uno de ellos. Te prometo que conocerán tu historia y, sobre todo tu música, aquella que me escapaba a oír escondido en el radiocasete del coche de mis padres y ahora lloro cada vez que suena en mi móvil.

En 1992 tuve el privilegio de acompañar a “Los Mochicas del Perú” a la Expo de Sevilla, allí vi a mi tío Richard y a mis padres compartir escenario contigo, te vi arrasar en la Cartuja delante de un público entregado y sentí el orgullo que ahora está más vivo que nunca en mi corazón. Sólo tenía 14 años y llevaba un poco más de 2 sin verte, en tu único viaje a España. Todavía recuerdo las veces que me pediste que te trajera conmigo, que sólo necesitabas un poncho, al que llamabas disfraz, y una guitarra para reconquistar España entera…

Hay tantas cosas de las que no quiero olvidarme, que me olvido de lo mas importante. De aquella tarde de 1985 cuando aparecías por la casa que teníais en el jirón Carabaya, silbando, con la guitarra en la mano, a pocos días de nuestro cumpleaños. Trajiste algo en una bolsa que le diste a mi mamá Vilma y ella aceptó de mala gana (entonces no sabía que estabais separados). Hablasteis de algo intrascendente y yo le pregunté a ella si ya te había perdonado. Te miró con esa mirada altiva que te analizaba de arriba abajo y dijo que no. Sonreíste y me dijiste: “Ya vamos por buen camino, hijito, esta noche seguro que dormimos espalda con espalda”

Así eras papá Nico, todo alegría y buen humor. Con su grito de guerra "Achica, achica... Mochica". Muchos dirán que en eso nos parecemos, también en lo presumido y en lo sociable. Pero lo que no saben es que también nos parecemos en otra cosa, en que ambos dejábamos la guitarra en la puerta al llegar a casa y nos comíamos la pena o los problemas solos. Por suerte, Ysa y los chicos me sacan de ese estado rápidamente, como seguro hacían mis tíos contigo. Y cogías la guitarra de la puerta y tocabas también dentro de casa.

Por todo eso lo que mas me duele es que casi no recuerdo haber pasado cumpleaños contigo. Recuerdo haberte llamado, felicitarte y ver como cada vez te costaba más recordar que también era el mío. Me gustaba decir que no podía ser casualidad que 52 años después de nacer tú, naciera otro Nicolás, y que el destino nos quería decir algo con todo eso… Pero ya no será así. Tendré que acostumbrarme a oírte sólo desde mi móvil, a verte solo en vídeos y a cantar tus canciones maldiciendo tener sólo la décima parte de tu voz. Porque en 2010, en el avión de vuelta a Madrid, le dije a Ysa entre lágrimas que temía no volver a verte, y así fue. Ahora ya no estás físicamente, pero eres para todos eterno, eres un Mochica Inmortal. Estás presente en todos los que te conocieron y tu recuerdo aparecerá en cuanto alguien afine una guitarra... Te echaré de menos sobre todo porque llevaré siempre una parte de ti. Y porque a partir de ahora, mis cumpleaños no volverán a ser lo mismo…

Nicolás Seclén Sampén (1926-2017)
Te quiero abuelo, descansa en paz.