jueves, 21 de octubre de 2010

Adoro las tardes lluviosas

Era una lluviosa tarde de domingo del mes de Octubre del año 2000. Ya había intentado un par de veces acercarme a ella más de la cuenta, pero no me salió bien del todo… aun no lo comprendo, en mi cabeza estaba bastante claro que quería algo conmigo… pero creo que no en ese momento…

Yo estaba en mi antiguo kiosco de la calle Ríos Rosas, en la esquina con Santa Engracia, cerquita de cuatro caminos. Era un pequeño negocio que me daba suficientes réditos para mis caprichos y demás, aunque nunca lo suficiente para vivir, por lo que trabajaba en Telepizza a tiempo parcial (el alquiler de mi casa debía pagarse si o si). El caso es que esa tarde apareció en mi kiosco… Iba bastante abrigada, por el frío; no recuerdo exactamente lo que me dijo cuando me vio, solo se que sus enormes ojos marrones me hicieron abrir enseguida la puerta del kiosco y dejarla pasar para que no se moje.

Si alguno conoce el kiosco, o ha estado ahí alguna vez, sabrá que dentro no es precisamente un palacio. Había una pequeña silla donde estaba sentado y le ofrecí sentarse en mis rodillas (no, si tonto no soy del todo), hablamos un poco de banalidades y me enseñó su funda del móvil (era un avión morado); jugué a hacerla despegar y me besó. El tiempo se detuvo un instante e intenté atrapar en mi mente ese minuto… Recuerdo el viento haciendo vibrar la puerta del kiosco, mi mano derecha en su cintura sin perder ni por un segundo su sitio, mi rodilla derecha haciendo de banco que se mantuvo firme a pesar de temblar, mis ojos cerrándose y mis pupilas dilatándose de incredulidad, mi mano izquierda sujetando firmemente el avión, y mis labios pronunciado un “Si lo se, lo hubiera hecho antes”, a veces me pregunto si no hubiera sido mejor estar callado…

Han pasado 10 años desde aquella tarde y quizás haya perdido detalles de mi recuerdo, pero desde un rincón de Paterson (New Jersey) repetimos ese beso hace unos días. También llovía esa tarde/noche y celebrábamos algún cumpleaños más, pero sobre todo, festejábamos que 10 años después seguíamos juntos, que nuestras vidas cambiaron y se forjaron en torno a nuestra relación, y que no creo que exista fuerza capaz de separarnos…

Volví a mirar el calendario, como hace 10 años, para recordar el día y no poder equivocarme: Era 15 de Octubre.

1 comentario:

Águila Coja dijo...

Aún recuerdo esas tardes ventosas y lluviosas del kiosko, en las que a mí nunca me sentaste en tus rodillas, sino en las frías a la par que ardientes, cámaras frigoríficas. En sus paredes dejé mi arte al más puro estilo de mis antepasados de Altamira, mientras daba cuenta uno tras otro de los helados defectuosos.
Una parte de nosotros se quedó en ese puesto de la esquina de Ríos Rosas, aunque a mí nunca me dieras besitos...ladrón.