Cuando recibí la carta, pensé que todo se solucionaría tarde
o temprano. Incluso creí que la influencia de mis compañeros haría entrar en
razón a la institución, incluso al gobierno que ahogaba la investigación a base
de recortes. Nunca había estado tan equivocado, y mira que me he equivocado
veces. Buscaba una caja de folios vacía para meter los cacharros que acumulé
durante ese año. Las vivencias y la amistad de aquellos tiempos me las llevaba
dentro, en la caja apenas cabían cosas…
No me rendí, y después de aquello seguí trabajando, pero en
otras actividades que requerían cualidades distintas a las que había
desarrollado estudiando (no me equivoco cuando digo que innatas, en la mayoría
de los casos): Atención al cliente a nivel telefónico, soporte técnico
informático, venta de grandes obras literarias, venta de luz y gas, venta de
LED, venta telefónica de tarjetas y de lotería… Todo lo que fuera necesario,
había que aportar de una manera u otra y, siendo sinceros, trabajo relacionado
con mis estudios había poco o muy poco…
No digo que me cansara, pero semana tras semana las plazas a
las que optaba eran ocupadas por personas que actualmente pertenecían ya a la
institución, para quienes se había diseñado la plaza. Era frustrante y
desalentador, pero al menos no estaba en casa mano sobre mano. Me volqué en
Nargy, en los eventos y en lo que sabía que podía hacer… Sólo esperaba una
oportunidad…
No se las veces que rehíce el currículum, ni los cursos que,
de una manera u otra, hacía para seguirme formando. Todo eso quedó en un
segundo plano con la llegada de Gonzalo a nuestras vidas, pero la necesidad de
trabajo (y lo que conlleva) crecía por momentos. Nadie me lo exigía, era yo
mismo quien se obsesionaba con lo que había, lo que tenía que haber y lo que
habrá… Pero por encima de todo tenía una idea en la cabeza, ¿Qué diría mi hijo
cuando le preguntaban cómo se ganaba la vida su padre? La respuesta no era
fácil…
Se podía expresar de muchas maneras, ninguna deshonrosa,
pero no era lo que quería que mi hijo recordara de mi… Podría decir que su
padre es comercial, pero es una verdad a medias, su padre sale por la mañana a
pasear por las calles y llamar a puertas de desconocidos a venderle productos
que no necesitan o sustituir aquellos que ya tiene sin decirles que,
posiblemente no se ahorren tanto dinero como creen… Podría decir que mi padre
tiene un comercio, pero lo cierto es que es un kisoco de helados donde se tira
horas sin vender nada y come más de lo debido… Mejor sería que no dijera nada
de la venta por teléfono de su padre, a fin de cuentas fue una experiencia
breve y no sé si repetiría a no ser por necesidad…
Pero algo cambió. Fue una de esas cosas que no te esperas.
No pude ir a uno de esos partidos en el Bernabéu porque estaba volviendo del
Algarrobico ese domingo por la mañana. En ese partido se gestó todo. Mi hermano
habló con María y ella le pidió mi currículum. Una semana después me llamaron
para una entrevista y me escapé del trabajo para poder ir. Dos días después,
mientras atendía una llamada, sonó el móvil. Había superado la entrevista,
querían que trabajara allí. Nunca podré darle las gracias a María, pero ella
sabe que ocupa un lugar importante en la felicidad que siento ahora.
Días después me incorporé a los laboratorios Normon, en Tres
Cantos. De momento estoy por la mañana, estoy aprendiendo lo necesario para
desarrollar independientemente mi trabajo y estoy muy contento. Después de 3
años, vuelvo a sentir todo lo que he estudiado ha valido para algo. Ya no me
preocupa lo que conlleva la necesidad de trabajo, vuelvo a sentirme útil. Pero
lo más importante es que, seguramente si todo va bien (y me esforzaré para
ello), Gonzalo responderá más claramente a la pregunta de a qué se dedica su
padre: “Mi padre trabaja en un laboratorio”